lunes, 24 de octubre de 2016

La Casa Común... Reflexión

La Madre Tierra siempre es prodiga y abundante…

El tema a tratar nunca perderá vigencia y más en estos tiempos cuando todos sentimos el apretón de la naturaleza que parece resistirse frente al maltrato y abuso de los seres más depredadores del planeta como somos los hombres y mujeres que lo habitamos. Es por ello que de todos los rincones del mundo surgen voces y clamores reclamando  trato  equilibrado y sensato a nuestra madre tierra.

El Papa Francisco en meses pasados ha lanzado un bello escrito sobre el cuidado de la casa común titulado  “¡LAUDATO SI¡” basado en un cántico de San Francisco de Asís quien encarnando esa sensibilidad espiritual, logró despertar el respeto y amor por toda la obra maravillosa del Padre Dios, cantando las alabanzas al Dios Creador.

El Santo Padre inspirándose en este santo medieval, hace un llamado a todos los habitantes de la tierra para que con sentido espiritual, cuidemos de ella, y no la maltratemos como un objeto de propiedad el cual se puede usar y abusar sin medir consecuencias. El planeta tierra es la Casa Común en la que habitamos todos, y la responsabilidad de cuidarlo y preservarlo  también es de todos.

La Palabra de Dios, en el libro del Génesis, nos cuenta como Dios desde su integra voluntad se dedicó a crear cada uno de los elementos que conforman nuestra naturaleza.  El texto sagrado es tan delicado que le da a cada día de la creación la acción profunda de Dios que va haciendo las cosas de la naturaleza y les inyecta su vida, su fuerza y su energía divina. El mismo libro del génesis nos relata como el Autor de todo lo creado, le transmite al ser humano la tarea de cuidar, proteger y mejorar toda esta obra maravillosa.

El hombre y la mujer creados por Dios son, o mejor somos, colaboradores  en esta tarea de proteger lo creado. De lo que produce la tierra sacamos el sustento para todos. La Madre Tierra siempre es prodiga y abundante. También reacciona frente a los abusos y atropellos que cometemos contra ella. No hay que asombrase cuando vemos que los cambios climáticos causan desastres, representados en inundaciones, derrumbes, crecientes de ríos y caños, sequias prolongadas que dejan sin vida animales y cultivos, fuertes vientos que llegan a la categoría de huracanes y vendavales con grandes destrozos.

La mano inmisericorde del hombre contra la Madre  Tierra es la causante de todos estos implacables fenómenos naturales. Muchos le echan la culpa a Dios, cuando la culpa ya sabemos de quien es. Y los más maravilloso es que está en nuestras manos la solución a estos males y la salvación del planeta.

El Papa Francisco en su Encíclica “LAUDATO SI”, quiere llamar la atención a cerca del cuidado y manejo adecuado a nuestro planeta, sintetizando ejemplarmente todo lo que se ha venido diciendo y  orientando en las últimas décadas en lo referente al medio ambiente. Nos invita a responder de una manera eficiente a esta necesitad medio ambiental.

Para manifestarnos eficazmente, hay que dejar de lado los discursos y disertaciones vacías y emprender acciones eficaces que contribuyan a una reparación inmediata al daño causado en nuestros ecosistemas. Hay que emprender tareas inmediatas a favor del equilibrio medio ambiental. Esas faenas, no es necesarios decirlas aquí, pues cada uno con su conciencia de ser humano racional, sabe lo que hay que hacer. A partir de este momento, hay que dejar de postergar la hora cero para dar comienzo al ejercicio de cuidar nuestra casa común sintiendo que es una responsabilidad personal, como lo dice el Santo Padre en su Encíclica, que nos debe mover inmediatamente a emprender la tarea de responder con trabajos concretos para restablecer los daños y dejar a las generaciones venideras un casa bien organizada y duradera.

Queda pues en manos de cada persona la seria responsabilidad frente a lo propuesto por el Papa para que hagamos de nuestro planeta un bello lugar y porque no, un Paraíso común, en el que todos podamos vivir sin la zozobra y la inquietud del desespero de ver que las cosas se deterioran día a día. Que nuestro aporte sea efectivo, afectivo  y  ya. No dejemos para después que puede ser tarde.

Samuel Aristizábal Echeverry.
Presbítero 

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